Si al buscar imágenes en internet escribimos Perú, lo primero que aparece, después de nuestra bandera, es el Cusco. Y cómo no, si somos una maravilla del mundo.
¿Pero por qué, si somos el orgullo del Perú, nos cuesta sentir orgullo de nuestra tierra? La amamos, no nos gustaría dejarla nunca, pero, sin embargo, nos cuesta hacer público que la amamos realmente.
El Cusco ha sufrido con distintas pandemias en los últimos años, y no solo la del Covid, que ha sido catastrófica para el turismo y nuestros ingresos, sino que tenemos pandemias peores: La anemia, la delincuencia y la corrupción.
Tenemos que volver a nuestra grandeza, la misma de Machu Picchu. Cusco no es un anticuario, es el presente del Perú, lugar para emprendedores, para atraer turistas, para estar orgulloso de su belleza. Cusco no es para los corruptos y delincuentes. El orgullo de Cusco es el orgullo del Perú. Recuperémoslo.
Sentimos orgullo del Cusco, no de nuestras autoridades. Amar a nuestra tierra es jubilar a las malas prácticas que nos tienen como estamos.