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CUSCO QUIERE VOLVER A CRECER

Cusco ya no quiere más discursos populistas que prometen desarrollo, pero que solo han dejado atraso, corrupción y una región atrapada en trámites, obras paralizadas y autoridades que usan el Estado como botín personal.

Durante años, el populismo de izquierda se instaló en Cusco con un único objetivo. Apoderarse de las instituciones, convertir el presupuesto público en un tesoro y gobernar como si el dinero de todos fuera una herencia personal.


Los hechos hablan solos. Cusco vive una recesión que todos sienten: los proyectos mineros siguen paralizados porque los permisos nunca llegan, las obras públicas (carreteras, vías, hospitales) están atrapadas en trámites eternos y nunca avanzan, y el campo está golpeado como hacía años no se veía. Miles de familias que dependen de la agricultura han visto caer sus ingresos mientras una región con potencial para ser líder nacional sigue frenada por la ineficiencia y el desgobierno.

Incluso, la inseguridad y redes de operadores políticos va en aumento, dejando a miles de emprendedores ahogados por la burocracia y a nuestra joya Machu Picchu con una gestión nefasta. Nada de eso vino de la “lucha social” que decían defender. Vino del populismo que se disfrazó de salvador, pero gobernó como patrón.

En las calles del Centro Histórico, en los mercados, en San Jerónimo, San Sebastián, Poroy, Santiago, Wanchaq, en las comunidades de Anta y Quispicanchi, la frase se repite: “Queremos volver a crecer”, “Queremos confiar en las instituciones otra vez”, y “No vamos a repetir el error del 2021”.

Cusco, ciudad de emprendedores, artesanos, guías turísticos, comerciantes y transportistas, sabe perfectamente que sin libertad económica no hay futuro. Basta ver lo que ha pasado estos últimos años con Gobernadores envueltos en casos de corrupción, obras infladas y direccionadas, minería informal sin solución real, turismo golpeado y sin apoyo y la inseguridad que crece mientras autoridades miran al techo.

Cusco tiene todo para ser la región más próspera del país, pero el populismo la dejó atrapada en un ciclo tóxico donde las promesas reemplazaron a la gestión. Los emprendedores cusqueños dicen sin rodeos que necesitan libertad para trabajar y un Gobierno Regional que gestione, no que robe.

Cusco quiere un presidente nuevo, sin prontuario, sin deudas políticas, con capacidad real de gestión y con voluntad de liberar a los emprendedores de tantas cadenas estatales. Cusco quiere libertad.

El 2026 será una elección distinta para los cusqueños ya que no votarán por el populismo que les robó oportunidades, sino por un proyecto que les permita avanzar, generar empleo, atraer inversiones y recuperar la confianza perdida. Como nos dijo un artesano en San Blas: “El ciclo viejo ya murió. Ahora queremos futuro.”