Cusco es una de las regiones más ricas del Perú en cultura y potencial productivo, y está nuevamente en la mira de la izquierda ideológica, y no para generar desarrollo, sino para el reciclaje político. La excandidata presidencial Verónika Mendoza ha deslizado la posibilidad de postular al Gobierno Regional del Cusco, en octubre del próximo año, llamando a un supuesto «ejército de Túpacs Amaru y Micaelas Bastidas».

¿Hasta cuándo vamos a permitir que los líderes de izquierda, probadamente ineficaces en la gestión, sigan jugando con el futuro de Cusco, prometiendo épicas históricas mientras solo traen empobrecimiento y mala gestión?

El discurso de Verónika solo habla de convertir la región en un «bastión de justicia, de dignidad, de paz y de prosperidad», invocando figuras históricas. Pero la realidad de la izquierda ideológica en el poder es otra. Este sector no ha demostrado tener la capacidad profesional para llevar a cabo grandes planificaciones o terminar obras (como vimos con el desastre del Hospital Lorena). Su única receta es la mala gestión de recursos y la burocracia.

Además, la extrema izquierda solo llama a la dependencia del Estado, impidiendo que los cusqueños puedan surgir por su propio esfuerzo. Su política es hacer a la gente dependiente de subsidios y programas, en lugar de generar verdadera riqueza.

Cusco no necesita un «ejército de guerreros» de la izquierda, necesita autoridades capaces y profesionales que puedan destrabar proyectos, potenciar el turismo real y desarrollar la producción local.

Mendoza, que ya fracasó en su intento de ser presidenta, ahora busca usar a Cusco como su siguiente parada política. Es un patrón de esta mafia. Cuando fallan a nivel nacional, buscan refugio en las regiones para seguir viviendo del aparato estatal.

La región imperial debe aprender de los errores recientes y exigir líderes que tengan un plan de desarrollo económico serio, que prioricen la inversión y la infraestructura, no un prontuario ideológico que solo ha demostrado que donde gobierna la izquierda radical, el empobrecimiento y el caos son la norma. Cusco merece ser una de las regiones más importantes del Perú por su prosperidad, no por ser el nuevo campo de pruebas de una ideología fracasada.

Comparte este noticia:

Noticias Relacionadas