Hace menos de un mes se reportaron más de 2 mil emergencias por lluvias intensas y otros eventos naturales. No hemos terminado de recuperarnos de ello y el sector turismo ya corre otro peligro.
Ahora que nos acercamos a Semana Santa, festividad clave para nuestra región que vive del turismo, ésta podría ser opacada por la gran amenaza que atraviesa el hotel de Machu Picchu.
El lujoso espacio que alberga a miles de extranjeros que visitan Cusco está a punto de paralizar sus operaciones, debido a un conflicto administrativo iniciado por el actual gobernador de Cusco, Werner Salcedo, lo que ha escalado peligrosamente.
Con el cierre indefinido de este hotel, el único con vista a la maravilla del mundo, más de 150 personas perderían su trabajo, además de perjudicarse diversos operadores turísticos y todas las familias cusqueñas que dependen de este sector.
La firma concesionaria del inmueble lleva más de tres décadas administrando el espacio, que ha crecido considerablemente y aporta mucho en la economía de Cusco, pero las autoridades locales insisten en una administración estatal cuando existen claros antecedentes de ineficiencia en la gestión pública de empresas.
Casos como Petroperú, con sus constantes pérdidas millonarias; o Corpac, siempre cuestionada por fallas en la operatividad aérea, demuestran que el Estado no ha sido un buen administrador por más de 20 años.
Por tanto, replicar ese modelo en un hotel tan importante y representativo para nuestro querido Cusco sería desastroso.
No podemos permitir que el Estado meta sus narices, una vez más, ni que el capricho de Salcedo se materialice, ya que ello sólo generaría severas pérdidas económicas para la región y pone en riesgo el turismo.