El pasado 17 de mayo se reportó un atentado contra el puente Q’eswachaka, una joya del patrimonio cultural vivo del Perú y el último puente inca funcional en pie que atrae importante actividad turítica a nuesta región.
Esta estructura es reconstruida anualmente por nuestras comunidades campesinas usando técnicas ancestrales y materiales naturales como el ichu. El Ministerio de Cultura y autoridades locales investigan la hipótesis de un acto intencional que ha logrado la ruptura de tan importante patrimonio para todos los cuzqueños.
La hipótesis del suceso, determina que una de las sogas del puente habría sido cortada por personas externas a la comunidad, provocando su colapso parcial y la destrucción de parte de nuestra identidad incaica.
Este acto no es casual. Es reflejo de un país que desprecia su herencia. Un país que celebra declaratorias UNESCO pero no pone un sol para protegerlas. Que habla de cultura, pero deja a sus guardianes en el olvido.
El Q’eswachaka se reconstruye cada año por campesinos que usan ichu y sabiduría. Hoy, esas manos piden ayuda. No homenajes vacíos, sino seguridad, presupuesto, respeto.
Si no defendemos lo que nos hace únicos, no seremos más que una postal vacía. O tejemos futuro con memoria, o dejaremos que el olvido corte lo que siglos de historia han tejido.